16 sept 2009

De cuentos y moralejas

Érase una vez un incierto personaje cuyo nombre prefiero olvidar, colmado por la desdicha e inspirado por el deshonor. Con semejantes atributos paseaba su hombría por vericuetos literarios de dudosa calidad, ensalzando su verbigracia en relatos sin trascendencia, batallando con pluma y papel por el honor de la palabra maldita. Cierto día transitando por angostos callejones encontró a un personajillo con aire altanero y aspecto repulsivo, tras extenso periodo de charla acordaron encontrarse cada cierto tiempo en el mismo sitio para debatir sobre asuntos nimios que concernían mutuamente. Ambos eran escritores noveles de dispar personalidad, embriagados por la semántica de las palabras, acongojados por el escrutinio publico. Arquitectos de realidad ficticia con estilos literarios tan diferentes que enaltecían los ánimos de seguidores en uno y otro bando. La decadencia y estulticia de estos feroces diletantes fue haciendo mella en el corazón y espíritu de nuestros amistosos escritores, y lo que en un principio fueron bonanzas y chanzas varias tornáronse en diatribas sin sentido, reproches lexicográficos de angulosa completitud e insultos cargados de imaginación semántica. Y así fue como nuestros personajes de cuento fueron distanciándose hasta dibujar entre ellos una delgada línea roja teñida de odio e indignación.

1 comentario:

Curiogato dijo...

amen hermano. te odio