12 may 2009

Sobrevive (2)

Alberto sostenía los palos en la mano, en el centro de la habitación.


Todos inmóviles lo observábamos, sin siquiera pestañear, porque el mínimo movimiento, nos obligaría a ser los primeros en escoger.


Creo que podemos aguantar algún día más, quizás vengan a por nosotros, dijo Silvia sin conseguir que esas palabras sonaran un mínimo creíbles.


Ni hoy ni mañana vendrán a por nosotros! Llevamos 9 días aquí incomunicados ¿Cómo sabes si quiera que queda alguien ahí fuera para venir a por nosotros?! Se quejó Damián amargamente.


Entonces escoge tu primero.


Alberto ofreció un palo a Damián, un ofrecimiento que sonó casi a orden. Cruzaron las miradas durante varios segundos y Damián acercó la mano temblorosa y tomó un palo.


Palo largo…. Suspiró de alivio.


Al mismo tiempo, Juan se retorcía de angustia, siendo consciente de que las posibilidades de tocarle a él acaban de aumentar a un 25%. 1 de 4. Todos sabíamos que si él sacaba el palo más largo se negaría a ir a por comida para el resto. Pero era lo bastante inteligente para no protestar hasta que la responsabilidad cayera sobre el.


Era mi turno y cuando fui a incorporarme, Silvia se levantó de un salto, arrancando un palo de la mano de Alberto, como si tuviera una corazonada.


Palo largo, yo no voy. Parecía que supiese de antemano, que no le iba a tocar a ella.


Ahora si que era mi turno.


Intenté levantarme pero mis brazos y piernas no respondieron. En un segundo intento me incorporé, y ahí estaba…de pié en el centro de ese húmedo sótano. Podía oír la respiración acelerada de Juan, la mirada expectante y morbosa de Damián y a Alberto frente a mí, sin titubear.

Quedaban 3 palos. Los miro fijamente, intento descifrar viendo la parte que asoma, como será el resto. Pero ninguna pista… Como si me leyera el pensamiento, Alberto aprieta la mano, para anular cualquier posibilidad de escrutar a través de un pliegue de sus dedos y saco mi palo.


Palo corto. Se detiene el tiempo.


Me quedo mirando el palo durante una eternidad, absorto. Ahora mismo parezco más uno de esos seres de ahí afuera, que un superviviente.


Es un hecho, me ha tocado a mí. ¿Pero por qué? La suerte lo ha querido así… Millones de variables vivas, infinitamente complejas, que interactúan siguiendo una lógica aplastante y al mismo tiempo indescifrable. Ese algoritmo continuo, hilo conductor de la existencia. A eso llamo yo Suerte *. Y ha dispuesto que sea yo el que vaya a por comida a la ciudad. ¿Mala o buena suerte? Eso son tonterías. Que yo sacara el palo corto era la respuesta más lógica a éste problema. Por eso no me lo tomo como algo personal, ni me quejaré. Hace ya tiempo descubrí, que a la Suerte… todos le importamos una mierda.


La mano de Alberto sobre mi hombro, me hace reaccionar. Bueno… me ha tocado a mi, dejadme unas horas, tengo que pensar en como será todo.


Todos asienten con la cabeza y ninguno encuentra las palabras apropiadas. Y yo los entiendo. ¿Qué decir en un momento así? “Eh… tu tranquilo, seguro que no te comen”


Dentro de éste sótano, se pierde la noción del tiempo, pero deber ser medio día. No puedo posponer mucho mi marcha o se hará de noche.


Me concentro… difícilmente hubiera aceptado mi situación un mes atrás, pero ahora se apodera de mi un extraño pragmatismo. Es un hecho innegable, que voy a salir ahí fuera y voy a enfrentarme a esas cosas. Repaso que he aprendido en éstos 9 días, cuando todo comenzó.


Intento hacer memoria y recuerdo...ahora sé el sonido que emite una persona al intentar respirar con la yugular seccionada por un mordisco, ese terrible gorgoteo, ahogándose en su propia sangre. Sé como suena el cráneo de una mujer al fracturase contra el suelo tras ser derribada por una marabunta de caníbales. Sé muchas cosas que jamás me gustaría haber aprendido, y que no me servirán de nada ahí fuera.


Pero también sé que corro más que ellos, sé que tengo que protegerme de sus mordeduras y arañazos. Sé que yo estoy vivo y ellos no. Que cuando sienta el peligro, mi interior arderá aflorando mi instinto de supervivencia, afilando mi ingenio. Eso es lo que me diferencia de ellos. Y me da una posibilidad. Ahora al borde del Apocalipsis los humanos tenemos la oportunidad de demostrar nuestra valía y nuestras ganas de sobrevivir.


Ha pasado 1 hora y tras rebuscar por el sótano y los alrededores, esto es lo que he conseguido reunir. Cosas que pienso me podrían ser útiles.

Una vieja puertecilla metálica, sospecho que de una caldera. Con un mango por donde agarrarla. Con ella podré rechazarlos si me viera acorralado. Un palo de madera de 1 metro, el cual me entretuve en afilar durante estos días de aburrimiento. Un viejo saco, que atado con una cuerda que me servirá para guardar las provisiones… si consigo encontrar algo.


Entonces Silvia se acerca a mí y me ofrece un largísimo cuchillo de cocina. Uno de esos cuchillos láser que tan populares se hicieron en los anuncios de tele tienda. Me lo da y no le importa desprenderse de él. Pues con él tuvo que apuñalar en el ojo a su hermana gemela, después de que la mordieran y se transformara en uno de ellos. Es la única de nosotros que ha acabado con uno de esos monstruos. Yo lo cojo y le agradezco el gesto con la mirada. Seguramente nunca imaginó la manera que el futuro le había guardado para amortizar esa estúpida compra.


Ahí me encuentro, con la ropa rota y sucia, un cuchillo láser en una mano, una vieja chapa haciendo las veces de escudo en la otra y un saco atado a la espalda con una cuerda roída. Quizás lo más acertado sería echarse a llorar ante lo patético de la estampa, pero no puedo evitar lo contrario y empiezo a reír a carcajadas.


Si mi móvil tuviera batería, no dudaría en echarte una foto ahora mismo. Comenta Damián contagiado por mi risa. Vaya superhéroe estas hecho!


Bueno… es la hora, no daré un gran discurso, pues espero veros pronto. Iré a las casas más cercanas. Sé que cerca hay también un supermercado. Confío en encontrar a otras personas y traerlas conmigo a éste refugio. Esas fueron mis palabras, pero realmente no tengo ni idea de que voy a hacer una vez que salga ahí fuera.


Todos me abrazaron y desearon suerte. Y sé que lo hicieron de corazón, pues de mi éxito depende que ellos tengan algo que llevarse a la boca.


Abro la trampilla y salgo al exterior. El cielo está gris. Noto el aire en mi cara. Un miedo incontrolable se apodera de mí, agarrotando todo mi cuerpo. Respiro hondo y doy mi primer paso.


Continuara…

4 comentarios:

Curiogato dijo...

esta interesantisiisisismo sigue asi

Jacobo Belbo dijo...

Mola, pero no tanto como el Ipod

Curiogato dijo...

jajaja adenmas ahora empiez con petula clark y su cancion chinatown

Titö MonKey dijo...

Yo me he quedad con ganas de mas y no te ofendas wey no quiere decir que no me guste.