22 abr 2008

Desde el infierno...

Al levantarme aquella mañana todo parecía normal, las cosas sucedían como de costumbre. Al lavarme la cara y verme en el espejo, veía al mismo desgraciado de siempre. El desayuno amargo por la situación de desamparo y angustia no dejaba vislumbrar lo que me esperaba el resto del día. Al encender el décimo cigarro de la mañana me encontraba un poco mejor. Esa mañana el cielo se encontraba oscuro y frío, así es como me imaginaba mis pulmones ennegrecidos por el alquitrán. Salí de mi casa como llevaba haciéndolo durante los tres últimos meses, carpeta en mano con el poco curriculum que tenía en busca del trabajo deseado. Cogí el paraguas y la gabardina y me lancé a aquel infierno.

Cuando me encontraba a los vecinos les saludaba fingiendo que todo iba bien. Algo raro ocurría tenía una extraña sensación de déjà-vú, si, esa sensación que todo el mundo ha experimentado alguna vez esa sensación de déjà-vú, ese flash de la memoria que ocurre cuando conoces a alguien nuevo y sientes que ya le habías conocido antes, o reconoces un lugar en el que teóricamente nunca has estado.

Todo parecía un grotesco sueño del que no podía despertarme. Al ser todo tan familiar predecía lo que iba a ocurrir en cada momento, sentía cada gota de lluvia que caía en el suelo. Visite las mimas empresas y la mismas tiendas que visite la ultima vez, vi a las mismas personas y les dije exactamente lo último que recordaba, entonces ¿por qué no les dije algo distinto? algo que cambiara el curso de aquel día. Solo quería que ese tormento terminase. Así que al terminar mi típico día de visita a las empresas para presentarme, volví a casa con una botella de whisky, ya no me importaba la calidad o marca, la cuestión era evadirse de toda aquella locura. Enchufe la caja tonta y en aquel momento vi un reportaje sobre un hospital psiquiátrico en el que les hacían toda clase de experimentos a aquellos enfermos. No sentía pena ya que ellos no dirigían su vida, otros lo hacían por ellos.

Eran las tantas de la madrugada, me bebí toda la botella y me tome unos cuantos tranquilizantes por no decir casi todo el bote, no lograba conciliar el sueño, pero repentinamente mis ojos se cerraban y al abrirlos me encontraba en un extraño lugar. Aquel lugar era blanco, limpio; creía que estaba muerto, prefería estar muerto, pero no, me encontraba en un hospital psiquiátrico y según me dijeron llevaba allí unos tres meses. Tres meses en los que cada día de mí existencia vivía aquella situación una y otra vez y de la que no podía salir.

2 comentarios:

Curiogato dijo...

bravo bravissimooo viva la locuraa!!

Mcnulty dijo...

No ve que paranoya no vieo, ezaz cozaz de la mente humana ahi zicologicas me haz dejao emparanoyao colega