13 feb 2011

Penalizando la estupidez

Vivimos tiempos convulsos, extraños, sometidos por la indulgencia y la premura de la juventud y el ocio. Una premisa mal entendida, gestionada con desfachatez, autenticada por su indolente fachada. No ha mucho, la estupidez era un decadente signo de estulticia, incapacidad e incapacitancia, una cualidad no deseada y repudiada por todos, aunque asignada a pocos. Sin embargo, en tiempo presente esta prerrogativa ha cambiado de bando, ahora es el blasón, el abanderado, el pináculo de una alternativa mayoritaria, el jardín del edén de la sociedad. Conductores ebrios de su impotente capacidad cognitiva cuyo reflejo social es inversamente proporcional a su potencia medida en caballos de vapor ( Ya no escuchamos conversaciones eruditas y solemenes cuyo interlocutores cambian designios historicos y coeficientes intelectuales sino personajes de dudosa calaña exhortando improperios aquí irreproducibles).
Personajes inberbes y esculpidos en la forja de la ignorancia exhalan con vítores su propia decadencia, rememorando una época pretérita de salvajismo y brutalidad.
¿Y que hace la sociedad para frenar esta irremediable ansia de nadería? Conciliar su transoñación ideológia con nuevas premuras metafísicas, allende el economato intelectual, que agreden directamente el pulso de los justos, los soñadores, los filósofos de la razón y el ingenio, en definitiva derrocando lo que antaño fue considerado una premisa del superhombre ostigado por tantos filósofos y mercaderes de la palabra. Desde aquí imploro el parlamento de la verdadera justicia, el castigo de la estupidez, el nacimiento de un nuevo paradigma social.

1 comentario:

Anónimo dijo...

cuando?